SANGRE AZUL.
Por los jardines que circundan
el palacio
absorta entretenida camina
la princesa
es la envidia de las rosas que la miran
porque son incomparables
su gracia y su belleza.
Desde mi escondrijo
en silencio la contemplo
admirado ante tanta sutileza
¡será que solo son tan bellas
tan hermosas
las mujeres que provienen
de una estirpe de realeza!
Debe ser imposible que una dama
con los tantos atributos
de su alteza
pueda tener en sus venas
sangre roja y pulpuresca
y no sangre azul tan propia
de esa raza especial que es la nobleza.
Dero seguí contemplando aquella dama
que queriendo cortar una flor roja
fue hincada en un dedo
por la espina
que defendía a dicha flor
escondida tras las hojas.
Me quede estupefacto al contemplar
aquella gota de sangre
que por su mano corría
y era tan exactamente igual
o quizás algo más roja que la mía
Y pude comprender en poco tiempo
por las cosas sucedidas ese día
cuan equivocados tenemos
los conceptos
que nos inoculan
a lo largo de la vida.
Y sintiese tan confiada la princesa
ante tanta soledad que hacia
aquello que le fuese placentero
dándole gusto sin reparo
a todo cuanto su bello cuerpo le pedía.
Mientras tanto desde mi escondrijo
agazapado compungido e impaciente
entre molesto y asustado soportaba
el bombardeo de aire mal oliente
y mucho mas, que sin saberlo
la princesa me obsequiaba sonriente
Por fin gracias al cielo
se marcho y me marche
llevando en mi mente los minutos
qué al final fueron fatales
pero aprendí que aparte de los rasgos
y la mente
todos los seres humanos
somos casi exactamente iguales.
W.Randal