DAME UN POCO DE TU ORGULLO
2009-01-19.
Pedro Álvarez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Ya no somos un pueblo. Por no hacer las cosas juntos. La nación cubana ha perdido la existencia como isla de un solo pueblo para convertirse en un archipiélago de idearios separados, algunos obligados e impuestos por el grupo gobernante otros atrofiados por la exacerbación de férreos hidalgos y la megalomanía de los apasionados caballeros de lucha por una libertad vendida y no la voluntad común criolla.
La corresponsal y locutora de la televisión sueca Stina Dabrowski, la cual ha viajado y vivido en Cuba varias veces, resumió en unas cortas palabras su opinión sobre los cubanos. Fue durante una sesión del programa Debatt (Debate) de la televisión sueca de febrero del año pasado. No recuerdo textualmente su frase pero resumiendo dijo que estaba impresionada de la confianza en si mismo que tenían los cubanos, algo que había experimentado en su encuentro con los que viven en la isla así como los que están afuera.
Arribando a los cuarenta años de vida, de los cuales la mitad los he vivido fuera de mi tierra natal, no ha dejado de sorprenderme esta actitud en nuestra forma de llevar la vida. Ya sea donde sea el cubano llama la atención de una forma particular.
Utilicé las ideas de Dabrowski sobre nosotros al inicio como primer ejemplo de una tercera persona que ha notado esta peculiaridad. Durante el tiempo de mis estudios en la Unión Soviética los latinoamericanos nos llamaban “Careiros”. Indagando varias veces sobre este tema me dijeron que careiro era un ave de rapiña que era muy bulliciosa. Nuestra algarabía y chotería los había llevado a llamarnos así.
También durante el tiempo en la tierra de los Soviets me comentó un amigo peruano una interesante observación que va también relacionada con nuestra forma de ser. Contó que los demás latinos en Rusia siempre habián viajado a Escandinavia y Alemania para trabajar y ganar dinero, esto lo habian hecho por años de años sin que se divulgara por todos lados ni especulara tanto.
Sin embargo a finales de los ochenta y principios de los noventas cuando miles de estudiantes cubanos se lanzaron al comercio fronterizo entre la antigua Unión Soviética y los estados del este, y también a Suecia y Finlandia esto fue bien conocido en todas las ciudades con estudiantes cubanos y más, los cubanos visitaban asiduamente los hoteles y restaurantes más lujosos de Leningrado y Moscú, andaban solo en taxi y vestían la mejor ropa.
Mi amigo peruano resumía diciendo eso nunca lo hicieron ni los peruanos, ni los bolivianos, ni los chilenos que también eran bastante en Rusia. Tal vez en separado pero nunca en grupo. Me dijo: “Coño, ustedes si que viven la vida, tienen 100 dólares, en vez de guardarlos, se van a comer, bailar y tomar; no muy callados que digamos”.
Cada nación debe sentir un orgullo de si misma para lograr aglutinar a todos sus hijos. Todos deben tener ese sentimiento común y no por separado. Ahí está creo la otra cara de la moneda hablando de nosotros mismos, pues el egocentrismo y la autosuficiencia nos ha llevado al deparo de hoy con hombres y mujeres buenos y capaces que no sirven a su país natal a pesar de ser lo que más quieren.
Por la simple razón que no lo hacen juntos. Y para mal de nuestro acervo colectivo abrimos brechas y heridas entre nosotros en lugar de puentes y cicatrices. Ejemplo de esto tenemos también. En mi primera estancia en Miami experimente una desagradable sensación al ver como nosotros mismos nos encasillábamos en diferentes grupos menospreciando unos a otros.
A varios minutos de estar en un supermercado Sedano escuché como llamaban con tres sustantivos diferentes a cubanos como yo y no por sus nombres: “¿Dónde esta el balsero que me hace falta aquí?”, “No, ese es marielito”, “La del bombo está en la caja”.
Escuché a cubanos de la generación de mis padres decir que no entendían por que Estados Unidos recibían más cubanos que los deberían echar a todos para Cuba porque eran comunistas. Algo parecido escuché a mi llegada a Suecia cuando un cubano ya mayor dijo que éramos pichones rojos y no se podía confiar en nosotros.
¿Por qué ese extremismo? Siempre tenemos que ver las cosas en blanco o negro. Se habla en Cuba de ser revolucionario o contrarrevolucionario, prefiriendo la desgracia de otro antes del esfuerzo propio por obtener algo, premiando al mediocre por miedo a la verdad del más adecuado, hablando de ideología y viviendo del robo.
Tanto afuera como adentro, viejo como joven, comprometido como no, debemos ser un solo pueblo, una sola nación. El orgullo de todos enriquece más que el personal.
2009-01-19.
Pedro Álvarez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Ya no somos un pueblo. Por no hacer las cosas juntos. La nación cubana ha perdido la existencia como isla de un solo pueblo para convertirse en un archipiélago de idearios separados, algunos obligados e impuestos por el grupo gobernante otros atrofiados por la exacerbación de férreos hidalgos y la megalomanía de los apasionados caballeros de lucha por una libertad vendida y no la voluntad común criolla.
La corresponsal y locutora de la televisión sueca Stina Dabrowski, la cual ha viajado y vivido en Cuba varias veces, resumió en unas cortas palabras su opinión sobre los cubanos. Fue durante una sesión del programa Debatt (Debate) de la televisión sueca de febrero del año pasado. No recuerdo textualmente su frase pero resumiendo dijo que estaba impresionada de la confianza en si mismo que tenían los cubanos, algo que había experimentado en su encuentro con los que viven en la isla así como los que están afuera.
Arribando a los cuarenta años de vida, de los cuales la mitad los he vivido fuera de mi tierra natal, no ha dejado de sorprenderme esta actitud en nuestra forma de llevar la vida. Ya sea donde sea el cubano llama la atención de una forma particular.
Utilicé las ideas de Dabrowski sobre nosotros al inicio como primer ejemplo de una tercera persona que ha notado esta peculiaridad. Durante el tiempo de mis estudios en la Unión Soviética los latinoamericanos nos llamaban “Careiros”. Indagando varias veces sobre este tema me dijeron que careiro era un ave de rapiña que era muy bulliciosa. Nuestra algarabía y chotería los había llevado a llamarnos así.
También durante el tiempo en la tierra de los Soviets me comentó un amigo peruano una interesante observación que va también relacionada con nuestra forma de ser. Contó que los demás latinos en Rusia siempre habián viajado a Escandinavia y Alemania para trabajar y ganar dinero, esto lo habian hecho por años de años sin que se divulgara por todos lados ni especulara tanto.
Sin embargo a finales de los ochenta y principios de los noventas cuando miles de estudiantes cubanos se lanzaron al comercio fronterizo entre la antigua Unión Soviética y los estados del este, y también a Suecia y Finlandia esto fue bien conocido en todas las ciudades con estudiantes cubanos y más, los cubanos visitaban asiduamente los hoteles y restaurantes más lujosos de Leningrado y Moscú, andaban solo en taxi y vestían la mejor ropa.
Mi amigo peruano resumía diciendo eso nunca lo hicieron ni los peruanos, ni los bolivianos, ni los chilenos que también eran bastante en Rusia. Tal vez en separado pero nunca en grupo. Me dijo: “Coño, ustedes si que viven la vida, tienen 100 dólares, en vez de guardarlos, se van a comer, bailar y tomar; no muy callados que digamos”.
Cada nación debe sentir un orgullo de si misma para lograr aglutinar a todos sus hijos. Todos deben tener ese sentimiento común y no por separado. Ahí está creo la otra cara de la moneda hablando de nosotros mismos, pues el egocentrismo y la autosuficiencia nos ha llevado al deparo de hoy con hombres y mujeres buenos y capaces que no sirven a su país natal a pesar de ser lo que más quieren.
Por la simple razón que no lo hacen juntos. Y para mal de nuestro acervo colectivo abrimos brechas y heridas entre nosotros en lugar de puentes y cicatrices. Ejemplo de esto tenemos también. En mi primera estancia en Miami experimente una desagradable sensación al ver como nosotros mismos nos encasillábamos en diferentes grupos menospreciando unos a otros.
A varios minutos de estar en un supermercado Sedano escuché como llamaban con tres sustantivos diferentes a cubanos como yo y no por sus nombres: “¿Dónde esta el balsero que me hace falta aquí?”, “No, ese es marielito”, “La del bombo está en la caja”.
Escuché a cubanos de la generación de mis padres decir que no entendían por que Estados Unidos recibían más cubanos que los deberían echar a todos para Cuba porque eran comunistas. Algo parecido escuché a mi llegada a Suecia cuando un cubano ya mayor dijo que éramos pichones rojos y no se podía confiar en nosotros.
¿Por qué ese extremismo? Siempre tenemos que ver las cosas en blanco o negro. Se habla en Cuba de ser revolucionario o contrarrevolucionario, prefiriendo la desgracia de otro antes del esfuerzo propio por obtener algo, premiando al mediocre por miedo a la verdad del más adecuado, hablando de ideología y viviendo del robo.
Tanto afuera como adentro, viejo como joven, comprometido como no, debemos ser un solo pueblo, una sola nación. El orgullo de todos enriquece más que el personal.