Piiimmmm!!! Una luz roja intermitente acompañada de una alarma acústica ensordecedora dan aviso de una situación de emergencia. Pasaron dos segundos de sorpresa y parálisis general antes de que se reaccionara con la destreza y eficacia que la ocasión requería. La alarma se hacía más estridente en los siguientes segundos que le siguieron y lo que había sido una imagen congelada cobraba movimiento. El nerviosismo se propaga, una especie de caos inunda el lugar; cualquiera hubiera pensado que se trataba de una evacuación, un simulacro de invasión, los americanos desembarcando en ese momento por la mismísima esquina; el terror campaba en los rostros que se cruzaban e intercambiaban escuetas órdenes y transmitían su espanto.
"Doctor, una arritmia supraventricular paroxística…", gritó una enfermera, con los ojos desorbitados.
Todos miraban la pantalla del monitor y seguían el curso de ese ritmo ectópico, rezando (¿tal vez alguno oraba -concesión a los lectores creyentes, para que no se diga-, aunque quién sabe qué desenlace pedían al Altísimo) para su autolimitación, las pulsaciones subían cada vez más, y la alarma de límites se activaba una y otra vez. Un corazón se aferraba a la revolución cubana. Estaba a punto de darse un acontecimiento para el que nadie estaba preparado.
"Trangorex, 300mg en 100... ¡rápido, cojones!", exclamó desesperado un negro prieto, con pinta de ser el jefe del equipo resucitador. "Preparen para intubar".
Vuelve el caos: jeringuillas por aquí, sueros por allá. Aquello parecía un hormiguero al que echan agua caliente. Ruedas de carros, más médicos, más gente...
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"Doctor, una arritmia supraventricular paroxística…", gritó una enfermera, con los ojos desorbitados.
Todos miraban la pantalla del monitor y seguían el curso de ese ritmo ectópico, rezando (¿tal vez alguno oraba -concesión a los lectores creyentes, para que no se diga-, aunque quién sabe qué desenlace pedían al Altísimo) para su autolimitación, las pulsaciones subían cada vez más, y la alarma de límites se activaba una y otra vez. Un corazón se aferraba a la revolución cubana. Estaba a punto de darse un acontecimiento para el que nadie estaba preparado.
"Trangorex, 300mg en 100... ¡rápido, cojones!", exclamó desesperado un negro prieto, con pinta de ser el jefe del equipo resucitador. "Preparen para intubar".
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