RAFAEL L. BARDAJÍ
Viernes, 21-11-08
Los nombres circulan con rapidez en Washington, una ciudad donde la mayoría anda ávida de hacerse un hueco en la administración del gobierno. Ahora más, habida cuenta que el equipo del presidente electo estaba diseñado especialmente para la campaña electoral y está escaso de caras con las que cubrir los escalones de la nueva administración. La sorpresa entre muchos de los votantes de Obama es comprobar que los nombres que se manejan para los altos cargos provienen en su mayoría de la administración Clinton. Tanto que en la capital estadounidense ya se habla abiertamente de un tercer mandato de Clinton a pesar de todas las promesas de cambio hechas por el candidato Obama. Y aunque es verdad que el equipo de transición del presidente electo está trufado de clintonitas, no lo es menos que en política se cambia fácilmente de bando, si con ello se abren mejores perspectivas. Esto es, que los clintonitas de ayer muy bien pueden convertirse en los obamitas de después de enero, cuando tome posesión el nuevo presidente. El escollo más importante para esta transición puede ser Hillary Clinton, si es verdad que Obama piensa en ella como la sucesora de Condoleezza Rice al frente del Departamento de Estado y si es verdad que la senadora por Nueva York está dispuesta a aceptar ese encargo. Hillary puede pensar que ser parte del gobierno favorece su posicionamiento para las presidenciales que vienen, ya en 2012 o 2016; y Obama puede creer que tenerla en su equipo es mejor que tenerla enfrente. Pero así y todo, no deja de ser un movimiento arriesgado para ambos. Con Hillary Clinton como rostro de la acción exterior americana, Estados Unidos tendría de hecho tres presidentes: Barck Obama, Hillary Clinto y su marido, Bill Clinton. Y no siempre bien avenidos. Para Hillary, quedar sometida a las decisiones de Obama silenciaría cualquier diferencia de fondo que tuviera con su presidente y su imagen podría diluirse públicamente. De alimentarla, sería un problema. Obama debería saber que un presidente nunca debe elegir a alguien a quien no pueda despedir.