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La democracia americana
POR FLORENTINO PORTERO
Martes, 04-11-08
¿Cómo explicar el tiempo que los europeos hemos dedicado a seguir la campaña electoral norteamericana durante el último año? Es evidente que nada semejante ocurre con las elecciones en el Reino Unido, Japón o Brasil. No es simple curiosidad lo que nos lleva a seguir día a día la evolución de las primarias en Ohio o el recuento de votos en Florida. Tampoco explica este desmedido interés el argumento de que Estados Unidos es la primera potencia del planeta y que lo que allí ocurra acabará afectándonos, porque lo que nos cautiva no es tanto el quién o el qué, sino el cómo.
En Europa, con la excepción del Reino Unido, la democracia llegó tras desastrosas experiencias desde la monarquía absoluta. No hemos vivido la aventura de levantar una democracia desde sus cimientos, de los ayuntamientos a la elección del Presidente. Por el contrario, la democracia nos ha llegado tras siglos de experiencias autoritarias que han impregnado nuestra cultura política. El europeo acepta prerrogativas estatales que un norteamericano considera una violación de sus libertades. Más aún, un europeo espera que el Estado le resuelva una parte importante de sus necesidades, mientras el norteamericano cree que es el individuo quien debe satisfacerlas con su ingenio y trabajo.
Los europeos criticamos constantemente a Estados Unidos, al tiempo que no paramos de admirar distintos aspectos de su sociedad. No podemos dejar de sorprendernos de que elijan, de verdad, a quien quieren, sin imposiciones de partidos ni de grupos mediáticos. Clinton partió con todas las ventajas y un desconocido Obama ganó la candidatura y, muy posiblemente, se instalará en la Casa Blanca. No hay listas amañadas por partidos. No hay aparatos que secuestren la representación. Los elegidos se reúnen formando un partido, con un programa definido en el proceso electoral. Los partidos evolucionan elección a elección, cada dos años, por mandato directo de los ciudadanos.
¡Cómo no vamos a sentir interés por tan extraordinario espectáculo!
La democracia americana
POR FLORENTINO PORTERO
Martes, 04-11-08
¿Cómo explicar el tiempo que los europeos hemos dedicado a seguir la campaña electoral norteamericana durante el último año? Es evidente que nada semejante ocurre con las elecciones en el Reino Unido, Japón o Brasil. No es simple curiosidad lo que nos lleva a seguir día a día la evolución de las primarias en Ohio o el recuento de votos en Florida. Tampoco explica este desmedido interés el argumento de que Estados Unidos es la primera potencia del planeta y que lo que allí ocurra acabará afectándonos, porque lo que nos cautiva no es tanto el quién o el qué, sino el cómo.
En Europa, con la excepción del Reino Unido, la democracia llegó tras desastrosas experiencias desde la monarquía absoluta. No hemos vivido la aventura de levantar una democracia desde sus cimientos, de los ayuntamientos a la elección del Presidente. Por el contrario, la democracia nos ha llegado tras siglos de experiencias autoritarias que han impregnado nuestra cultura política. El europeo acepta prerrogativas estatales que un norteamericano considera una violación de sus libertades. Más aún, un europeo espera que el Estado le resuelva una parte importante de sus necesidades, mientras el norteamericano cree que es el individuo quien debe satisfacerlas con su ingenio y trabajo.
Los europeos criticamos constantemente a Estados Unidos, al tiempo que no paramos de admirar distintos aspectos de su sociedad. No podemos dejar de sorprendernos de que elijan, de verdad, a quien quieren, sin imposiciones de partidos ni de grupos mediáticos. Clinton partió con todas las ventajas y un desconocido Obama ganó la candidatura y, muy posiblemente, se instalará en la Casa Blanca. No hay listas amañadas por partidos. No hay aparatos que secuestren la representación. Los elegidos se reúnen formando un partido, con un programa definido en el proceso electoral. Los partidos evolucionan elección a elección, cada dos años, por mandato directo de los ciudadanos.
¡Cómo no vamos a sentir interés por tan extraordinario espectáculo!